









“Y vi como las almas agotadas perdían las esperanzas, el agua antes escasa, impedía ver las puertas, las velas mojadas son pesadas e inútiles para impulsar, las ropas suntuosas preparadas para el viaje ya no eran espectaculares, ¿qué sentido tiene ponérselas si el agua no deja mostrarlas?, un último viaje, una oportunidad más.” Semana santa en mi ciudad, Popayán, Colombia, es el evento más importante del año para mis coterráneos, aun así, tras el pasar del tiempo, me siento más conflictuado con tan solemne y ostentoso momento, el hecho de que sea un tiempo de recogimiento religioso y que su fin es la reconciliación espiritual, no deja de colocarme en disyuntivas reflexiones, pues juega con una lúgubre teatralidad entre ser un ritual devoto o un acto político. Con una semana en el estigia, busco una mimesis de esta representación del inframundo, una visión caracterizada en mi propios contextos y conflictos, una mutación de mi mismo y mis creencias, un sincretismo entre mis dogmas y aprendizajes, pero también, es una canción de protesta ante un acto que, bajo mi mirada payanesa, veo como fragmenta las almas piadosas y una sociedad tradicionalista.